Me encanta escribir y viajar, desde el 2008 tengo este blog donde comparto mis pensamientos, sentimientos y mis aventuras con palabras.

diciembre 08, 2022



Querido extraño:

Encender una luz en la oscuridad, es como señalarle el camino a una persona que tal vez está perdida. Estar en la oscuridad da miedo, no poder ver el camino en donde estamos. Encendemos velas para orar, para agradecer, porque necesitamos una luz.

No encontré de quien es esta frase pero me parece muy acertada: "El primer paso nunca te llevará a donde quieras estar, pero te sacará de donde no quieres estar". A veces no nos gusta estar en un trabajo, con una persona, o en otro lugar; y no salimos de ahí por miedo a lo desconocido, por la incertidumbre de salir y no saber si conseguiremos ese trabajo soñado, el si tal vez no nos va bien. Hoy quisiera que reflexionaras sobre esa oscuridad de la que quieres salir, y busques una luz que te pueda guiar.

Como estamos en el mes de las luces: te invito a que escribas una nota con un deseo que necesite una luz para que te guíe en el camino, entrégala a algún desconocido que te encuentres, pidiéndole que encienda una luz, una velita ese día y lea tu mensaje. Si necesitas más luces, más notas, más personas serán esa luz que te acompaña para que puedas dar el paso y salir de esa oscuridad.

Un abrazo de papel,

Selene de la Noche

diciembre 05, 2022



Sogamoso, Boyacá, Colombia, 2 de Diciembre de 2022

1. Viaje por mi habitación

Querido extraño:

En la entrada de mi casa, al lado de las plantas que sobreviven a lo parecido a un jardín, hay un sillón “rojo”. Con la piel desgastada después de soportar los traseros de toda mi familia desde que nací, ahora adorna la entrada con un propósito: el de estorbar. Durante un tiempo ese sillón fue parte de mi cama. Quería divorciarme de mi hermana peodorra y me mudé a mi primera cueva, mi escondite no tan secreto. Juntando el sillón rojo con otras sillas, cubriendo el techo con sábanas a modo de mosquitero, cruzaba el puente hacia Terabithia en compañía de mis muñecas. En el bosque encantado de mis cuatro paredes de tela, me casé con el príncipe de la privacidad y mi casi gemela no nos volvió a separar. Con mi independencia declarada, también comencé a ponerle ajo a los dedos índice y del medio de mi mano derecha para destetarlos por las noches, si, con 11 años todavía hacía gimnasia bucal.


Ahora ya no comparto ni habitación. Tengo mi propia “Luni Cueva”. Con cuatro paredes de cemento y una cama más cómoda que el sillón rojo. Ya no chupo dedo en las noches, aunque si lo hago cuando practico ejercicios faciales.

Cada día cuando cierro la puerta, me quito las máscaras, y en este pequeño espacio que aún me transporta a mi mundo imaginario, puedo ser solo yo. Quisiera compartirte un pedacito de mi aventura. Llevarte a un viaje por mi habitación. Parece aburrido, pero es una forma de recorrer mis paredes, de recordar y de abrirte la puerta para que me conozcas un poco.


La boutique:

Hace unos años intenté ser modelo. Con unas patas de garza de 1.70 metros, unos huesos de 55 kilos, una piel de polo norte y una cara con la nariz chata heredada de mi padre. Me lancé al estrellato. Modelaría mis extraterrestres, así les llamo a mis pies, que se parecen a los de ET. Con una larguitud de 37, a veces 38, o en el peor de los casos 39, siempre he sido una patona. Pero con tacones de repente mi pie se veía como de revista. Fue en la etapa de mi invento favorito: los accesorios para tacones, o como algunos los llamaban: medias para zapatos. Con el propósito de que cubrieran mis tobillos huesudos, combinaran con los vestidos —que la mayoría confeccioné—, se pudieran intercambiar y le dieran vida con un nuevo estilo al negro aburrido. Es lo más original y creativo que te puedo mostrar de mi boutique. ¿Cómo crees que terminó mi carrera de modelaje? La única vez que una modelo —amiga de mi hermana—, nos ayudó con las fotos, traté de imitar sus poses, cuando de repente algo tronó en los huesos de mi trasero. Duré como una semana caminando como Ben Stiller, lista para modelar en Zoolander. Por lo pronto seguiré con mis poses naturales y siendo modelo para mis propias fotos.


La oficina:

Si me preguntas por mi título, soy ingeniera de sistemas, pero para mí, soy ingeniera de “creatividad”. Si algo bueno hice en la universidad fueron las actividades extracurriculares: cantando, natación, senderismo, cursos de lectura rápida, de locución, voluntariados, responsabilidad social, concursos de cuento y poesía —que nunca gané—, miles de eventos, entre otros. Luego, cuando por fin me gradué… me dediqué a trabajar como “La emprendedora”, para resumir: soy la que hace de todito. De mis fracasos te diré que me han ayudado a ser quien soy, y creo que estoy en donde tengo que estar. Sin muchos fracasos, no hay éxito, y tienes que seguir fracasando para aprender y no descuidarte. El éxito es sólo una etapa y se puede ir al ¡carajo! en cualquier momento... Siempre me he dedicado a hacer lo que me gusta, por eso soy pobre. Ahora estoy en mi etapa de “La escritora”, haciéndome mucho más pobre… Pero más rica en espíritu (?).

Desde que recuerdo me ha gustado escribir y tengo mi blog desde el 2008, en donde comparto mis poemas y cuentos cortos, que es lo que más me gusta crear en letras (sé lo que estás pensando… y te digo: si hubiera estudiado para ser escritora, probablemente no estaría escribiendo estas cartas sino alguna novela de vampiros jaja). Aunque solo una persona lea mi blog, es mi forma favorita de expresarme, si no fuera tan mala para conversar (hablemos solo por cartas, ¿vale?). Pero si no me arrepiento a último minuto, también voy a estar en la etapa de “La youtuber” —yo que dije que nunca—, pues se me ha dado por hacer videos leyendo estas cartas, —ten piedad de mí y míralos— juzga tú, si de algo me sirvió el curso de locución que hice alguna vez y que estoy volviendo a practicar —tampoco hace milagros—.

Si te preguntas porqué “Selene de la Noche”: es mi seudónimo de escritora. Antes me llamaba Niña de la Luna, por alguien que me dijo que yo era su Niña de la Luna... Luego con veintitantos ya no era una niña, así que pensé en otro nombre que se relacionara con la luna. Selene es por princesa de la luna, y por seguir con el “de la”, quedé como Selene de la Noche, porque la luna sale en la noche y yo también soy muy nocturna. Solo despiértame temprano para salir de viaje.

A mí me encanta pensar que el destino escondió cientos de tesoros para que yo los fuera encontrando y me indicaran el camino. Me encanta jugar, descubrirlos y que me sorprendan, es como armar el rompecabezas de una telaraña. ¿Crees en las señales? De repente todo encaja y cada pieza se va manifestando a medida que escribo mi destino. Esta vez comenzó un día cuando estaba mirando una película de Will Smith, Siete Almas, en una escena en la que leían una carta. Cuando de repente recordé otra película de un señor que escribía cartas a personas desconocidas del directorio telefónico. ¡Eso es! “Cartas a extraños”, me dije. Ese fue el momento cuando pensé en escribir cartas. Pero ese día no me volví a ver “El escritor de cartas”, así se llama la película. Fue unos meses más tarde, cuando me entraron las ganas de volver a verla, pues no recordaba bien la historia. Al finalizar mencionan: En memoria de… Por lo que pensé que era al escritor de cartas de la vida real, pero resultó ser el actor de la película, quien murió antes de su estreno. Lo curioso es que precisamente cuando vi la película, era el aniversario de su muerte, y ese mismo día, era el cumpleaños de una persona muy especial para mí. No pude evitar sentir un escalofrío por la espalda, pero lo tomé como una señal. Escribir cartas es el camino. Fue como si alguien me dijera: “ahora eres la escritora de cartas”.


El salón de belleza:

Cuando la malvada pandilla de mis primos me rapó la cabeza por tener piojos en la primaria, creo que fue el comienzo de mi trauma por las peluquerías. Pero como ¡no!, si hasta me hicieron el peinado de ¡Mario Baracus! —rapado en los lados y el resto de pelo parado— (Aquí es donde te ríes mucho). Como en uno de esos tantos episodios en los que Mario sale chillando por el miedo a los aviones, yo estaba peor, y con una audiencia para un programa de chistes, ja ja ja. Después pasé por otras torturas y quemadas de pelo por plancharlo, menos mal nunca me lo tinturé.

Se podría decir que ya no soy la hija de mi papá. Si me pidieran la prueba de lunares, ya no lo sería. Hace años que fui a quitarme un lunar de mi mejilla al lado de mi oreja, el cual odiaba, y resulté quitándome todos. Hasta el de la espalda que tienen todos mis hermanos. Solo falta hacerme la única cirugía que me haría —arreglarme el tabique de la nariz— y me deshereda.

Una vez un novio me dijo: “tu piel parece parchecitos”. En ese entonces era de las primeras veces que me aplicaba autobronceador, pues ya estaba cansada de espatarrarme en la terraza de la casa y quemarme como camarón. Luego, cuando practicaba natación, aprendí a broncearme mientras nadaba y en un mes lograba un tono acaramelado, siendo los únicos parches, las marcas por el chingue.

Siguiendo con lo de la patona, lo fui hasta que conocí a mi mejor amiga de la U, que tiene las patas como las de un hobbit. Un día estaba en su finca, y el papá dijo: “es que Raizel es tan patona que puede dormir parada”. Por un momento fui yo la que estaba en la audiencia de espectadores carcajeándose del chiste. Ella nunca se acomplejó por sus pies.

Pero déjame decirte que: llega un momento en la vida en el que uno acepta todos los defectos que los demás crearon en uno. Porque todos los traumas que he tenido por mi cuerpo han sido porque los demás me los crearon, con sus críticas y comentarios, por tratar de encajar en sus “estándares”. Ya los traumas se transformaron en anécdotas. Ni contarte de cuando estuve calva (me la montaban hasta en matemáticas: 1/3, 2/3, 3/3), ahora me da mucha risa, pero en ese tiempo de colegio fue un bulling terrible, eso sí, ya nadie toca mi pelo, yo misma me corto mi ondulado de rapunzel. Ya no quiero hacerme un montón de cirugías, ni broncearme mi piel de luna. Soy feliz con mis extraterrestres y no me importa lo que digan los demás. Creo que ya puedo contar todo lo que me avergonzaba, porque ya lo superé. Es como si fueran los traumas de otra persona, de otra yo que ya no conozco.


El cinema:

Te confieso que no me gusta ir al cine, cinema. Lo cual no quiere decir que no me gusten las películas. Me encantan. Pero no me gusta ir al cine. La última tortura, fue cuando fui a ver el final de Avengers, en el veintiúnico cine de este pueblo. Estaba dispuesta a soportar lo típico: la pasarela de los que llegan tarde, la mascadera, la sorbedera, la pasarela de la miadera, los mocosos cansones, y al que deberían crearle un premio Óscar: los actores que se quieren sumar con sus diálogos “nooo!! vamos!! tú puedes!! nooo, dale!! siiii rápido!! siiii!! ahh!!” ¿Dime si no es real? Pero lo que no pude soportar ese día y lo que quebró la poca paciencia que me quedaba, fue que se inventaron un servicio VIP de mierda... Transcurría todo normal, cuando de repente comienza a llegar el staff con sus bandejas y linternas cegadoras de ojos. Había comenzado la pasarela del servicio VIP de entrega de comidas. Si. ¿Puedes creerlo? Se inventaron una porquería de servicio en el que puedes pagar y luego te llevan la comida hasta tú asiento. Si. Mientras pasan por todos lados con sus linternitas y haciendo malabares con la bandeja cuidando de no tirársela a alguien por la cabeza. En serio me daban ganas de hacerles zancadilla. Y eso no es todo, pues al entregar la comida VIP, tenían que sacar el recibo y confirmar con el cliente: “Son dos gaseosas, un maíz, una salchicha, una chocolatina rancia, todo ok? Si, bueno”. Y así entraban y salían… una y otra y otra vez… hasta terminar de entregar todos los pedidos... Creo fui de las pocas que se alegraron de que cerraran en pandemia. Gracias al virus, no más de ese servicio VIP. ¡Que viva el cine en casa!

Pero tener un cine en casa puede ser una desventaja al tener hermanos. A mí las cosas siempre me duran, pero resulta que mis hermanos son todo lo contrario, les llamo los “destructores” por el villano de las tortugas ninja. Hace unos meses arreglé mi computadora, la que mi hermano me había dañado. Pero lo que nunca pude arreglar fue mi televisor nuevo, la pantalla plana que todo mundo tiene. La de ojitos verdes se auto prestó mi tv y, todavía no entiendo, cómo fue que lo colocó en una mesa para que se cayera solo por arte de magia y quedara ¡completamente inservible! Todos sabemos que las empresas de ahora fabrican para que todo sea desechable y así cuando se dañe algo no quede de otra que comprar uno nuevo y así ellos puedan ganar más que es lo que al final les importa y no el medio ambiente y esas vainas. Así que volví al viejito, al inquebrantable, al que ha recibido mil golpes, al que ha sobrevivido a mis hermanos, al cuadradito con el que me gusta ver las películas pochocleras que siempre repiten, y yo no me pierdo orgullo y prejuicio.


La suite:

Como te relataba al inicio, cambié el sillón rojo por una cama más cómoda. Unos girasoles avivan la madera rústica y pesada que un carpintero elaboró con sus propias manos. No me gusta lo moderno, mucho menos lo importado. No podrá ser la más lujosa, pero lo rústico me transmite ese contacto con lo natural, como estar en una cabaña en el bosque. Siento el olor del anochecer apacible en el que voy a componer mis sueños y el amanecer fresco cuando no me quiero levantar de sus cobijitas calientitas, —son muchas cobijas—.


El gimnasio:

Cuando la bici estática no está de ropero, se transforma en mi ejercitador personal. Alguna vez fue pedaleada por miles de personas que visitaban un gimnasio lleno de emoción. Ha rodado miles de kilómetros sin moverse y luego rodó unos 500kms hasta llegar a formar parte de mi ropero, digo, mi centro de entrenamiento.


El restaurante:

La otra vez vi un video de un chico que prueba comida. Lo invitaron a un restaurante Michelin con 18 experiencias de degustación. Obviamente costaba una millonada y solo me dio hambre de la risa de verlo hambriento. Hacia mil caras graciosas mientras: lamía rocas, sorbía huevos de pescado, chupaba platos con forma de tejo, y tomaba vino, mucho vino. El chico salió llevado por los tragos y con ganas de una buena hamburguesa. Yo salí con ganas de un tamal. Mi paladar criollito nunca se animaría a ir a un Michelin y menos si todo tiene pescado y carnes raras —no soy buena para las carnes—. Las ventajas de volver a vivir con la familia es que viene incorporado el menú casero que tanto extrañaba cuando estaba lejos y lo disfruto con la vista del mirador.


El mirador:

Tengo un balcón. El que lo construyó creo que estaba pensando en dejar un hueco para enterrar un muerto, y me toca convertirme en malabarista para salir por la ventana y evitar ser ese muerto. Ahora lo utiliza es el michi. Frente al balcón hay dos piscinas pintadas, ocasionalmente se transforman en partidos de tennis, pero yo recuerdo mis días nadando, a los que no me atrevo a revivir en este clima frío. Al fondo está el “gran árbol de la vida”, de los pocos que sobrevivieron a la tala indiscriminada de los vecinos. Es un paisaje tranquilo, lejos de la contaminación y el ruido. A veces pasa el señor de los huevos en su bicicleta: “Se te están acabando los huevos? No te preocupes… los huevos directos de la granja… están perfectos caserito caserita… ” Si eres de Sogamoso ¿Lo has escuchado? Quisiera decirle al señor que no le encargamos porque tenemos granja con gallinas criollas. Lo que si compramos es la leche, cuando suena el pitido del llamado, por estos lados todavía sobrevive la tradición de traerla fresca en cantina. También hay una vecina a la que imagino poniendo el cassette de los 90s haciendo aseo, siempre pone “una canción” de los de adentro y la canta con una emoción que me recuerda los días de colegio. Es un lugar perfecto para escribir en soledad… ya te habrás dado cuenta de que soy un poco introvertida.


Su majestad:

Por mi situación sentimental nunca me preguntes. Mis amores son muchos, pero todos imaginarios… —muchos libros y novelas—. Seré la de los gatos. Después de que mi hermano abandonara a su gato para irse a islas paradisíacas. Adopté al minino que llegó hace más de un año a alegrarnos la vida con solo verlo dormir tiernamente. Mi compañero de habitación, dueño de mi suite en el día y de la silla de mi oficina en la noche. Mi pirruquito, pulgonchito, pochito, chuquito, gorgoncho, pelopinchis, coquito, chuquipuqui, mi terapeuta, mi Horus.


La papelibrería:

Mi lugar favorito de la universidad, era el cuarto piso de la biblioteca, en donde estaban las historias y no los aburridos libros de matemáticas. Siempre hacía el ritual de tomar un libro, abrir una página al azar y leer la primera frase. Fueron los mejores consejos que cualquier psicólogo, lo hago en cualquier librero. Alguna vez organicé desafíos de lectura, a los que obviamente no se apuntó nadie. Me alegra que con la llegada de booktok, veo a muchos jóvenes compartiendo sus lecturas y siento que está creciendo la pasión por esta profesión tan anticuada. Mi librero no tiene los títulos más booktokers del momento, y aunque leo mucho en la tablet y computadora, estoy regresando a los de papel —si el bolsillo lo permite—.


Los tesoros:

Para escribir esta carta revolqué toda la cueva en búsqueda de tesoros. ¿Acaso no has tenido cosas guardadas que ni recordabas?:

Encontré cartas. Las pocas que sobrevivieron a la quemada del corazón roto. La primera y única carta que me escribió mi primer amor, la que me entregó su hermana con una amiga en la puerta de mi casa, mientras no podían disimular la risa después de que obviamente la leyeron. También estaban las cartas de mis amigas, con unos dobleces de origami muy creativos. Quisiera recibir más cartas…

Las infaltables fotos. Esos negativos revelados en foto Japón. Las que me robé de los álbumes para mostrar a los visitantes: unas para mis recuerdos, las vergonzosas de mi niñez y en las que salía calva, esas si las eliminé —nunca las verás—. Las cámaras de fotos: una de rollo y las primeras digitales que tuve, esas que recibieron un montón de totazos y no se dañaron.

Todavía tengo el desodorante yodora con el que una vez me gané ¡cinco millones de pesos! Mi cuota de suerte en este mundo, pues ya no me gano ni un dulce. Fuimos a nadar los 6 patos de mi familia por primera vez a San Andrés. El mejor premio.

Tengo unas antenas de hormiga. Alguna vez fui rica y las llevaba con mis amigos los ricos a eventos donde no pasábamos desapercibidos. Ahora los ricos decoran el cuarto en la peluchería y las antenas son uno de los juguetes favoritos de Horus.

Parezco de porcelana, pero me gusta caminar por las montañas. Tenía la costumbre de recoger una piedrita y marcarla con el nombre del lugar que visitaba. Con los grupos de senderistas recorrí las montañas y pueblos cerca de Bucaramanga. No lo sabía pero me estaba preparando para hacer lo mismo aquí en Sogamoso —viajes cortos cerca de casa—, solo que esta vez no recojo piedritas sino historias.


El nuevo tesoro:

Soy un bambú. Ahora cuando alguien me pregunta a qué me dedico, les digo que soy un bambú, que estoy haciendo la del bambú. Encontrar la voz en la escritura, el propósito en esta etapa de mi vida, la creatividad: es un proceso de bambú. La otra vez leí un artículo que hablaba de la planta que más rápido crecía en el planeta. El bambú japonés. Algunos llegan a crecer más de un metro por día. ¡Imagínate! Literalmente puedes sentarte y verlo crecer. Sin embargo, cuando se siembra el bambú: no pasa nada, entre 1 a 5 años, no pasa nada, no brota nada. ¿Lo sabías? En ese tiempo el bambú se prepara, crea una compleja y fuerte red de raíces para apalancar el crecimiento cuando esté listo para emerger sobre la tierra, y en tan solo unas semanas puede alcanzar 30 metros. Así que si estás pensando en renunciar porque no ves crecer tus metas, aprende del bambú y sigue regándolas, que la constancia y la paciencia tiene su recompensa.

Si supieras todo el tiempo que me ha llevado… pero no tengo prisa. Estoy disfrutando cada paso, cada palabra. ¿No te parece que el mundo de ahora gira más rápido que antes? Con tanta tecnología me siento agobiada. Tal vez por eso tengo la necesidad de volver a disfrutar de las cosas simples de la vida: viajar por la tierrita, no ir a sitios muy turísticos; escribir cartas a mano, no enviar wasaps; probar comida típica, no gourmet; apoyar a los artesanos, no cosas importadas; escuchar música tradicional, no reguetón; que te cuenten historias cotidianas, no novelas de ficción; escribir historias que le den vida a las tradiciones, no propagandas publicitarias. Ya sé que hablo como una anciana, ya estoy en el tercer piso, es entendible. Pero quiero volver a lo antiguo, al menos mezclado. Por ahora sé que mi propósito es viajar por mi tierrita, relatar historias en cartas para entregarlas a extraños y que mis letras viajen. Si. Olvidaba mencionar que esta es la primera carta y si la estás leyendo es porque mi bambú por fin estuvo lo suficientemente maduro para animarme a publicar mis letras, aunque quizás no crezca tan rápido.

Mis letras plasmadas en papel, encerradas en un sobre, selladas con lacre, rociadas con mi perfume de bambú —desde hace años lo tengo ¿coincidencia?—. Mis letras viajeras no podrían reposar en otro lado que en una maleta de viaje. Una antigua que encontré en mi casa. La estaré llenando con mi nuevo tesoro. Todas estas cartas que espero seguir escribiendo y quisiera que me acompañes a llevarlas de viaje por el mundo. Por supuesto que bauticé la maleta como: El Bambú.


Mi querido extraño, siento que te abrí mi corazón y aunque no te conozco, tú ya me conoces más que mi mamá y espero me sigas leyendo. Con esta revolcada de recuerdos, también boté todo lo que guardaba y me seguía haciendo daño. Viajar por la habitación también puede ser terapéutico. Otros le llamarían hacer aseo general y sacar la basura, pero para mí fue todo un viaje de aventura.

Un abrazo de papel,

Selene de la Noche

PD1: Ya sé que fue una carta larga… trataré de que sean más cortas. Bueno, la siguiente es un mapa subjetivo de Sogamoso y te aviso que no es corta…

PD2: Para iniciar el viaje te dejo una actividad creativa: Elige un objeto de tu habitación, escríbele una nota especial (la historia del objeto, un mensaje, lo que se te ocurra) y regálaselo a un desconocido (el objeto y la nota). Con este posdata creativo quisiera animarte con ideas para que escribas y entregues cartas a mano. 

PD3: Y cuando te toque de esperancita hacer aseo general, te invito a que viajes por tus recuerdos: ¿Qué tesoros tienes escondidos en tu habitación?

También puedes ver la carta en Video:


Manuscrito: Cartas Viajeras por el Mundo. El Jardín de mi Casa. Boyacá, Colombia. Entrego cientos de copias de mis cartas a mano para que las lean y la entreguen a otras personas, también las envío por Email, así mis cartas viajan por el mundo.

Si todavía no estás suscrito a las Cartas por Email, puedes hacerlo en el botón, es Gratis!


Si eres más visual puedes ver el viaje y las cartas leídas en video YT


Gracias por leerme!! Si te gustó, te pido el favor de que me sigas apoyando compartiendo y siguiéndome en las redes sociales Ig, Fb, Tt, Tw @selenedelanoche


Si deseas leer la CARTA ESCRITA A MANO: también puedes enviarla a viajar imprimiendo (en hoja oficio, tamaño real, vertical, doble cara borde largo, preferible papel reciclado de ese que es como color beige, grapada) https://drive.google.com/file/d/1BpQk_9e2OG7ntt9CWFPNTruC9Jf3B51M/

Puedes responderme la carta a través de los comentarios, o a mi email selenedelanoche24@gmail.com.






Escribo cartas mientras viajo. Las entrego a extraños en los lugares que voy visitando. Escribir a mano me hizo recordar aquella vez que le escribí a mi primer amor. Aunque me rechazó, el sentimiento de entregar y recibir cartas a mano, no se compara con emails, facebook o whatsapp. Querido extraño, es el saludo. Con Un abrazo de papel, me despido, y finalizo el posdata creativo con una pregunta que deseo se transforme gratamente en una respuesta. La idea es que lean mis cartas, y luego las entreguen a otras personas para que mis cartas sigan viajando, de persona en persona, de lugar en lugar.

Quisiera que mis cartas viajen, que viajen más que yo!

Por ello se llaman Cartas Viajeras por el Mundo, porque sueño que alguna de las cartas que entrego, viajen con gente y a lugares que tal vez nunca conoceré en persona…

¿Me ayudas a que mis cartas viajen?

☀ Selene de la Noche ❤

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